miércoles, 6 de febrero de 2013

Ay, Esperanza (que no es lo mismo que "hay esperanza")

Me temo que doña Esperanza Aguirre, encantada con lo que está sucediendo a don Mariano and Co., está esperando (más o menos) entre bambalinas a que llegue su turno de salir al escenario como prima dona absoluta.
Con el apoyo inestimable de J.J. Ramírez y el Mundo (me refiero al periódico, no al planeta), que últimamente no hacen más que pedir luz, taquígrafos, jueces, comisiones de investigación, escarmientos y cabezas en bandeja (en lo que no puedo sino estar de acuerdo, aunque por muy diferentes y aún opuestos motivos).
De hecho, ya ha interpretado hoy mi señora doña Esperanza un primer papelito con esas sorprendentes declaraciones acerca de la necesidad de devolver a los ciudadanos el poder que se les ha arrebatado, de cambiar la ley electoral, de evitar el dominio de las cúpulas de los partidos y otras increíbles lindezas propias del mismísimo Cayo Lara, en sus días exaltados.
Con gran habilidad, la dama que nos ocupa (y que nos okupará, y aún colonizará, si los dioses, en su benevolencia, no lo remedian) se quitó de enmedio de la política de primera fila, unos meses antes de que estallara el Armageddon barcenero que hoy aqueja a don Mariano y sus muchachos, y ahora vuelve por sus fueros enerbolando -ella, sí, ella- la bandera de la renovación, de la limpieza nuclear y la transparencia cristalina, sin parar mientes en cosillas de poca monta como el espionaje a políticos que -presuntamente- ordenó, las corruptelillas de sus protegidos madrileños, como el actual y por ella designado presidente de esa Comunidad (con su modesto pisito de más de setecientos mil euros) y otras fruslerías sin importancia.
Ay, doña Esperanza, qué relista que nos ha salido usted.
Lástima que resulte tan difícil creerla.
Qué digo difícil, hazaña imposible de toda imposibilidad.
Y líbrenos Dios de que alguien acometa la realización de tan hazañosa tarea, la crea (o le convenga creerla), la vote (me juego el recorte de mi nómina a que en poco tiempo más anda usted presentándose a todo lo presentable) y acabe, para castigo de nuestro pecados, de lideresa pepera, primera presidenta fémina del gobierno de este desgraciado ex-país, y mandamás omnímoda de todo lo que se pueda mandar.
Se me abren las carnes sólo de pensarlo.
Dejaría usted, señora mía, en mantillas y chupete, no ya a Mariano Manostijeras, sino a la mismísima Merkel con el agregado de la Thatcher y alguna otra férrea dama que se me debe olvidar.
Y no iban a quedar sin privatizar ni los leones de la carrera de San Jerónimo.
Para universal desdicha.

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