domingo, 1 de diciembre de 2013

Tarde de domingo

He dejado el coche en la ermita y caminado por la orilla del río.
Hace un frío que corta.
El cielo, de un lavanda purísimo, anuncia ya el anochecer.
Sola. Sola. Benditamente sola en medio de la arboleda y el agua y la tarde.
Un rato después, la cara y las manos heladas, doy la vuelta hacia la hospedería.
Un café con leche, una conexión decente a Internet y... tres matrimonios jóvenes con no menos de seis niños menores de cuatro años. La pequeña cafetería es un pandemonium infantil.
Da igual. Vuelvo saciada de mí misma.
Y encuentro en el correo una buena noticia: Una prestigiosa revista cultural aragonesa va a publicar unos poemas míos.
Le reenvío el correo a XXX. y me quedo saboreando la sensación de... reconocimiento.
Un reconocimiento necesario, a veces.
Después de un camino muy duro.
Me levanto, recojo el coche y regreso a mi elegida soledad.

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