martes, 5 de agosto de 2014

Jung y el hacedor de lluvia

Se cuenta de una tierra en la que no llovía. Y, como no llovía, la tierra se agostaba y no daba fruto, y hombres y animales pasaban hambre y sed.
Decidieron por fin los lugareños mandar a buscar a un país vecino a un sabio anciano del que se decía poseía el poder de traer la lluvia, y así una delegación de notables caminó muchos días a fin de suplicar al hacedor de lluvia que se dignase a ayudarlos con su don, cosa que éste aceptó, pues nunca se negaba a socorrer a quien de buena fe se lo pedía.
Llegados al poblado de la tierra seca, preguntaron al viejo qué necesitaba para su tarea, a lo que éste respondió que únicamente precisaba una cabaña en las afiueras donde alojarse en soledad. Y en ella se encerró y allí permaneció tres días, y he aquí que al tercero la lluvia comenzó a caer dulcemente sobre la tierra sedienta, y en poco tiempo fluyeron los ríos y las fuentes y despertaron las semillas que dormían en los surcos.
Y fueron hombres y mujeres a buscar, agradecidos, al hacedor de lluvia, al que hallaron sentado tranquilamente en la puerta de la casita.
-¿Cómo has podido obrar este prodigio?- preguntaban, intrigados, los vecinos.
Y el sabio respondió:
-Cuando llegué a este lugar, vi en seguida que sus gentes no estaban en Tao, y que ello había llevado el desorden al mundo que habitaban. Pero yo sí lo estaba, así que pedí un lugar para estar en soledad y, sin ser perturbado, continuar en el Tao. Y estando yo en orden, todo se ordenó, como no podía ser de otra manera, y con el orden vino la lluvia que hacía parte de ese orden.

Cuentan quienes le conocieron que Jung hacía referencia una y otra vez a la historia del hacedor de lluvia, y que recomendaba a las gentes que lo rodeaban que meditaran en ella cotidianamente, y sobre todo antes de iniciar cualquier tarea.
Es una historia hermosa, sencilla y profunda, y si le permitimos penetrar nuestra conciencia, la limpia suavemente, como la lluvia que trajo el hacedor, instala en ella el orden y nos lleva... al Tao. A nosotros y a nuestro mundo.

3 comentarios:

  1. Hola A.S.: Gracias por esta maravillosa historia del "Hacedor de lluvia"
    Leyendo tus anteriores entradas me descubrir que en tu Hospital necesitáis un "Hacedor de lluvia".
    ¿Has pensado que podría ser tu misma la llamada a ese papel?
    Te deseo lo mejor.
    Un abrazo
    javier

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  2. Hola, Javier. En mi hospital, como en mi vida, hago lo que puedo. O, mejor dicho, hago lo que soy. O lo que voy siendo.
    Gracias por tu comentario.

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    1. Y... sí. A mi hospital y a nuestro mundo le hacen falta muchos hacedores de lluvia. Para que sobrevenga el orden. Un abrazo.

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